miércoles, 22 de octubre de 2014

Hemingway y su amor por los gatos.

Lo sé, es cierto, voy con retraso, pero me acabo de enterar del infinito amor que Hemingway le profesaba a los gatos. Acabo de saber que vivía con casi una inundación de estos felinos en su casa de Cayo Hueso y también ha llegado a mi fría pantalla de ordenador una carta bastante cálida, la que el famoso autor, en 1953, le escribió a su amigo Gianfranco Ivancich después de haber sacrificado a su querido gato, a pesar de su dolor. No sé que tipo de impulso me obliga a publicarla aquí, pero bueno, tengo esa necesidad. Y ahora también necesito releer El viejo y el mar.

“Querido Gianfranco:
Justo cuando acabé de escribirte y mientras ponía la carta en el sobre Mary bajó de la Torre y dijo: “algo horrible le ha pasado a Willie”. Salí y encontré a Willie con sus dos patas derechas rotas: una por la cadera y la otra por debajo de la rodilla. Un coche debió de haberle pasado por encima o alguien lo había golpeado con un palo. Había vuelto a casa sobre las patas de un solo lado. Era una fractura múltiple con mucha suciedad en la herida y fragmentos sobresaliendo. Pero él ronroneaba y parecía seguro de que yo podría solucionarlo.
Hice que René trajera un bol de leche para él y René lo sostuvo y lo acarició para que Willie estuviera bebiendo leche mientras yo le disparaba en la cabeza. No creo que sufriera y los nervios habían sido machacados así que las piernas no habían empezado a dolerle realmente. Monstruo quiso dispararle por mí, pero no podía delegar la responsabilidad o dejar una posibilidad de que Will supiera que alguien iba a matarlo.
He tenido que disparar a gente, pero nunca a nadie que hubiera conocido y querido durante once años. Ni tampoco a nadie que ronroneara con dos piernas rotas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario