lunes, 27 de abril de 2015

A veces las venas crujen.

Huesos rotos y venas que me crujen.

Vienes con mirada inquebrantable,
y así responden mis poros,
todos y cada uno,
se abren con tu olor.

Son galaxias, nuestras vidas.
Y se entrecruzan sin saber a dónde nos van a llevar.
Al infinito quizás,
a las dudas.
Puede que a la eternidad de una sensualidad que abrase,
que nos arrase
la piel.
Tu piel.
Tan desconocida.

Y cómeme. Mas eso quisiera yo,
morderte,
conocerte,
llegar a tu cerebro y más aún, a tu instinto,
primitivo.

Animal.

Sigo con mis huesos rotos y con las mismas ganas,
astilladas, desperdigadas por tantas partes
que difícilmente podría juntarlas de nuevo.
Con concierto y con razón.

Pero qué mentirosa...
A quién pretendes engañar
racionalizando lo irracional.
Lo húmedo.

Es por tu culpa. Todo esto.
Prendes fuego a nuestros interiores y ahora,
¿quién controlará las llamas?

Permíteme que dude de tu capacidad
y aún más de la mía.




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